En su conferencia, Sheinbaum recordó que el INM tiene "distintas funciones" que incluyen controlar aeropuertos, estaciones migratorias y hasta autobuses. Lo que no mencionó es cómo esas mismas funciones son criticadas por abusos hacia los migrantes y un evidente fracaso para manejar la presión de Estados Unidos, cuyo presidente electo, Donald Trump, no ha dejado de exigir mano dura.

El canciller Juan Ramón de la Fuente, por su parte, defendió la estrategia migratoria con datos de reducción en la frontera con EE.UU., pero omitió que México registró más de 925,000 migrantes irregulares entre enero y agosto, un 132 por ciento más que el año anterior. Las cifras son claras: el caos migratorio no se arregla con discursos reciclados ni promesas vagas.

"Transformación profunda", dice Sheinbaum, pero la realidad muestra un instituto colapsado que opera más como una máquina represiva que como un apoyo para la movilidad humana. El INM no necesita maquillaje; necesita una cirugía mayor. ¿Será que la presidenta busca distraer con palabras bonitas mientras los problemas se le desbordan? A este ritmo, la "movilidad humana" seguirá siendo solo eso: humana, pero inmóvil.