La verdadera pandemia es AMLO: expertos afirman que la mala gestión del Covid-19 causó daños devastadores e inocultables
Aprender para no repetir, evaluar para entender, y recomendar para hacer a México más fuerte y resiliente. Esos fueron los objetivos que guiaron el trabajo de la Comisión Independiente de Investigación sobre la Pandemia de Covid-19 que, este miércoles, presentó su reporte final.
El documento destaca tres claves para entender la respuesta a la pandemia de parte del Gobierno Andrés Manuel López Obrador (AMLO): 1) la permanente subestimación del virus, 2) la centralización y personalización de las decisiones y 3) la política de “austeridad” del Gobierno, que en realidad dejó sin recursos al sistema de salud.
"No olvidemos el infierno que vivieron tantas familias”: @azucenau reacciona a un reporte que evidencia que el mal manejo de la pandemia por COVID en México provocó la muerte de más de 300 mil personas y exige se haga justicia por todas las víctimas. pic.twitter.com/7rHImPpqhQ
— Grupo Fórmula (@Radio_Formula) May 1, 2024
La Comisión señala que problemas muy serios en aquejaban al sistema de salud antes de la pandemia, debido a la falta de inversión crónica y reformas debilitantes. Una alta prevalencia de enfermedades crónicas en la población y profundas desigualdades hacían al país vulnerable frente a la crisis. Pero otro factor crítico que explica los resultados tan graves y trágicos, es la defectuosa gobernanza de la crisis. El reporte de la Comisión Independiente demuestra que casi 4 de cada 10 muertes en exceso durante la pandemia, sucedieron por fallas en la gestión gubernamental. Se trata de un daño devastador e inocultable.
Los mexicanos más pobres sufrieron desproporcionadamente la pandemia. La investigación demostró que, a mayor porcentaje de población de bajos ingresos en un municipio o alcaldía, mayor porcentaje de muertes en exceso. La política de hacer pocas pruebas diagnósticas no solamente instó a la subestimación permanente de la enfermedad entre los mexicanos, sino que también vulneró a la población más desprotegida, la cual no contó con apoyos económicos extraordinarios.
La Ciudad de México se convirtió en la zona más mortal durante la segunda ola de la pandemia, a su vez la más letal. De diciembre de 2020 a enero de 2021, la Ciudad reportó 24% de las muertes en exceso, aunque solo contaba con el 7.3% de la población. Esto ocurrió después del uso de datos incorrectos o falsos para el cálculo del semáforo de riesgo y la posposición de las medidas sanitarias conducentes.
La directriz “quédate en casa”, causó un efecto perverso. Un gran número de pacientes llegó muy tarde al hospital, pues entendían que la atención había que procurarla en casa. El encierro en domicilio, una atención médica muy disminuida en el primer nivel, escuelas cerradas por largo tiempo y la falta de apoyos financieros para soportar la falta de ingresos, convirtió a los hogares y viviendas, en el espacio decisivo donde mexicanas y mexicanos resistieron los múltiples efectos de la pandemia. Los hogares sustituyeron y subsidiaron al Estado. El 60% de los enfermos derivó en los consultorios y farmacias privadas, un territorio mal regulado, donde con frecuencia recibieron malas recomendaciones o sobre-medicación.
En los hospitales, las directrices para la atención de los pacientes fueron poco claras e insuficientes, el personal insuficiente y el equipo de protección tardío y de baja calidad. 95% de los fallecidos murieron solos y 4,843 profesionales de la salud fallecieron intentando salvar la vida de otro, más que en cualquier otro país.
En cuanto a la estrategia de vacunación, nuestro país realizó una compra rápida, gracias a la intervención directa de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Sin embargo, criterios políticos interfirieron con criterios sanitarios sobre las prioridades de vacunación. En una de las decisiones más injustificables, se negó la vacunación prioritaria de los médicos y personal de salud del sector privado. México no alcanzó la cobertura en vacunación de la mayoría de América Latina y comparativamente, el avance de la vacunación fue lento aun cuando ya se contaba con vacunas, provocando muertes evitables. Toda la información sobre el proceso de adquisición y costo de vacunas se han resguardado por “razones de seguridad nacional”.
El proceso de toma de decisiones no recurrió a los órganos legales habilitados para ello. Se desplazó al Consejo de Salubridad General, a las Academias Nacionales de Medicina y Cirugía, a la Academia Mexicana de Ciencias. La persistencia en el error es producto de la resistencia a la deliberación de parte del gobierno, a la concentración de poder discrecional y a la incapacidad para adaptarse a las nuevas evidencias y aprender de la experiencia propia. Las descalificaciones y el uso del presupuesto público para premiar y castigar pusieron un precio muy alto a disentir públicamente de las posturas y medidas oficiales. Además, impidieron que la respuesta nacional se beneficiara del pluralismo y de la crítica.
La comunicación del gobierno no se realizó con base en los manuales y estándares internacionales de comunicación de riesgo sanitario ni de situaciones de crisis de salud pública. No fue una comunicación basada en la evidencia científica disponible para las autoridades de salud, que tuviera como prioridad cuidar a la sociedad, sino una estrategia de protección de la imagen del propio gobierno. El principio de precaución, que debe ser parte nuclear de las decisiones sanitarias ante patógenos desconocidos, no fue incorporado como elemento central de la estrategia. El informe documenta varios episodios de un uso engañoso de datos, la justificación pseudo-científica de decisiones políticas, una comunicación basada en información desactualizada, evidencia ignorada en las recomendaciones a la población, la emisión de mensajes anticientíficos o supersticiosos y al cabo, una gestión más preocupada en la percepción, que en la realidad de la crisis.
Las consecuencias de la mala gestión son muchas, y aunque son varios factores los que influyen, la pandemia modificó la esperanza de vida, la salud materna y perinatal y la migración en el país:
La reducción de la esperanza de vida en México, entre 2019 y 2021, fue de 4 años. Esto implica un retroceso de casi tres décadas, una vez más, entre los más altos del mundo. Dado el número de muertes y su distribución por grupos de edad, se estima que se perdieron 19.4 millones de años de vida.
La tasa de mortalidad materna aumentó 59% de 2019 a 2021, y aunque disminuyó después, se mantuvo por encima de los niveles prepandemia. La tasa de defunciones perinatales aumentó 18% de 2018 a 2022.
La migración de mexicanos a Estados Unidos creció de 10 mil encuentros con autoridades fronterizas en 2017 a 70 mil a finales de 2023. Antes eran individuos quienes buscaban llegar al país del norte para trabajar y enviar recursos a sus países de origen. Hoy son familias enteras que pierden la esperanza en su comunidad y buscan migrar.
En el centro de la evaluación realizada se encuentra un profundo sentido de responsabilidad moral y cívica, impulsado por el asombroso precio que cobró la pandemia: más de 800,000 muertes en exceso y un total 19.4 millones de años de vida perdidos, debido a la alta mortalidad y su distribución entre grupos de edad. En 2020 y 2021, 38 de cada 100 muertes en México fueron de personas menores a 60 años, en comparación con 20 de cada 100 en el mundo. La alta mortalidad entre adultos jóvenes legó más de 215.000 niños huérfanos de padre o madre. Por todos ellos y sus familias, la Comisión Independiente realiza las siguientes recomendaciones a las autoridades, tomadores de decisiones y sociedad en general:
La rehabilitación de órganos colegiados especializados en salud.
La reconstrucción de las capacidades técnicas y administrativas del Estado en vacunación ,compra de insumos y medicamentos y regulación sanitaria.
La implementación de protocolos preestablecidos de comunicación de riesgos y crisis.
Un plan nacional de aumento de inversión en salud.
Un plan integral de protección de los sectores vulnerables entre quienes se ha profundizado la exclusión en materia de salud.
En el futuro, la Comisión aboga por un enfoque holístico, que abarque una vigilancia epidemiológica mejorada, una infraestructura sanitaria sólida y un compromiso firme con la comunicación veraz y la gobernanza basada en evidencia. Al priorizar estas recomendaciones, México pretende trazar un rumbo hacia un futuro más resiliente, donde la ciencia oriente las políticas y tragedias de esta magnitud se convierten en reliquias del pasado. La Comisión dedica su trabajo a la memoria de los cientos de miles de personas que murieron, a sus familias y al personal de salud que puso en riesgo su vida para cuidar la de los demás. También a las generaciones futuras, que sólo a partir de evidencia y recuentos objetivos podrán aprender las lecciones indispensables.